O cómo surge este espectáculo de Narración Oral.
LA PROPUESTA
Suena el teléfono, dudo un instante antes de introducir mi mano en la mochila porque no quiero que la interesante conversación que tenemos Inés Álvarez y yo se interrumpa. El tren nos lleva de Edimburgo a Oxford para asistir a un Festival de narración muy diferente a los que estoy acostumbrada. Disfruto del paisaje tras la ventanilla, escucho de fondo otro idioma, hablamos de la mentoría que acabamos de iniciar y de cuentos y más cuentos. La verdad es que sí, todo lo demás podía esperar, el teléfono también.
Pero no pude resistir la tentación y miré la pantalla del móvil un instante. Al ver quien llamaba, las buenas intenciones antes relatadas quedaron en el olvido. Paco Sanguino, director del Teatro Principal de Alicante, me llamaba para invitarme a participar en el III Festival de Teatro Clásico de Alicante.
Oh, my Goodness!, tendría que haber exclamado para demostrar que mi inglés mejoraba a lot. Pero solo pude decir gracias, muchas gracias, me siento muy honrada.
Y contenta, también estaba muy contenta, más incluso de lo que ya estaba (que era mucho). Entre tanta alegría tenía, en concreto, dos motivos para mi gozoso estado de ánimo:
2. Pensaban en mí como narradora
Nada más colgar la llamada tomé la decisión de posponer ese trabajo hasta que regresara a España, a casa. Por delante me quedaban tres meses de aprendizaje y disfrute en Escocia que quería aprovechar bien, aunque he de admitir que una cosa son los planes y otra muy distinta lo que en realidad sucede. Para utilizar un lenguaje actual diré que no apagué el ordenador, solo lo dejé en suspensión, por lo que, de vez en cuando, mi pensamiento se iba hacia este nuevo reto.
Mitos, mitos griegos, una hora contando mitología griega.
Y era todo un desafío, de verdad, porque en mi repertorio solo llevaba la historia de Apolo y Dafne que, he de admitir, contaba en muy pocas ocasiones.
Antes de que se terminara agosto (por no decir el último día del mes) envié por correo electrónico mi propuesta, con su introducción, las historias escogidas, las edades recomendadas, el caché y algo muy importante: el nombre de otros narradores que en la actualidad también tienen espectáculos de mitos.
Imagino que más de uno os estaréis preguntando para qué esto último, ¿verdad?
Pues os lo voy a explicar.
Añadí el nombre de otros cuentistas para que el espacio abierto a la narración, al cuento contado, tuviera entidad propia independientemente de quién contase.
Si quienes programan el Festival de Teatro Clásico de Alicante se plantearan continuar con esta iniciativa (que no recuerdo si tenían ya la intención), hay premio múltiple pues muchos ganamos:
- La ciudad, que ofrece una oferta cultural aún más amplia.
- El público, que tiene un lugar donde escuchar historias y variedad de narradores (yo también soy público)
- La narración como profesión y como oferta cultural, al ser tenida en cuenta en un Festival de Teatro
- Yo, por supuesto, que voy a contar en dicho festival
Con todas estas cuestiones en la cabeza, a la vuelta del Festival de Oxford, aparqué por unos días el idioma de Shakespeare y empecé a leer.
¿Os imagináis leer mitología griega en inglés?
Oh, my God!
ELEGIR LOS MITOS
Ya sabía de Edipo, de Narciso, de Dédalo, de Píramo y Tisbe, de Heracles, del Minotauro, de Odiseo, de Medea, incluso de Eco, además de los mencionados Apolo y Dafne. De muchos más, pero con datos olvidadizos en mayor o menor medida.
De entre todo lo que leía y lo que volvía a mi memoria estaba la frase “el hilo de Ariadna”. Hasta entonces, para mí era eso, una frase que me había acompañado durante mucho tiempo, más del que podría recordar, pero que no sabía explicar, definir o contar. Con más pestañas abiertas en mi portátil de las que eran recomendables para que no apareciese ese temido circulito que ponía a prueba mi paciencia, empecé a trazar una línea, más o menos clara, de lo que podía ser una sesión de cuentos basada en mitos griegos.
La historia de El hilo de Ariadna junto a Teseo y el Minotauro, sumada a Dédalo e Ícaro, formaban un buen trío; y el tres es un buen número . De esta forma, los citados tres mitos fue mi primera propuesta planteada. Un héroe, una enamorada, una bestia y alas de libertad. Para empezar, contaba con buenos ingredientes.
Y como una historia tenía relación con la otra, como la vida de un personaje te llevaba a conocer a otro, el título fue fácil encontrarlo: Hilos que tejen mitos.
A partir de este momento, con el proyecto teletransportándose desde tierras escocesas hasta el mismísimo Postiguet, volví a la tarea de comer scones. Ay, no, de mejorar mi inglés.
DOCUMENTARME
Al poco de regresar a Alicante tuve la fortuna de conversar largo y tendido con Pedro Olalla y hablarle acerca del nuevo espectáculo que tenía entre manos. Con gran generosidad Pedro me indicó bibliografía a la que acudir:
o Biblioteca, de Apolodoro (un libro elaborado en el siglo I o II d. C. que recopila, de manera detallada, pero incompleta, la mitología heroica griega desde los orígenes del universo hasta la Guerra de Troya. La lectura es clara y sencilla, quizá demasiado escueta, aunque me daba datos concretos).
o Mitos griegos, de Richard Graves (en este libro el relato estaba un poco más elaborado, aunque empezaba a encontrar diferencias y datos contradictorios entre uno y otro).
o Átlas Mitológico de Grecia, de Pedro Olalla (con este libro podía hacer una lectura a partir de los lugares donde vivían los personajes, donde ocurrían los hechos).
o «La casa Asterión», El Aleph de Jorge Luis Borges (tan bonito).
o Metamorfósis, de Ovidio (ay, madre, qué complicada es esta lectura).
Desde aquí mi agradecimiento a las estupendas bibliotecarias que entendieron mi retraso a la hora de devolver alguno de estos libros a tiempo. Ellas se enfrentaron a la tiranía de programas informáticos que no te permiten pasarte ni un minuto (o una semana) y borraron todo rastro de penalizaciones para que pudiese seguir leyendo. ¡Son mis heroínas!
Además de estos tres libros de referencia también:
Y más vídeos y más lecturas que poco aportaron y no hace falta que os lo cuente.
DAR FORMA LITERARIA AL RELATO
Una vez ordenados los datos que había obtenido, tocaba dar forma literaria a esa sucesión de hechos que me interesaba relatar. Primero tenía que escribir aquello que quería contar, por dónde empezar, cómo enlazar la historia de un personaje con otro, describir de forma minuciosa unas partes y pasar casi de puntillas por otras, buscar el momento álgido, los guiños que le haría al espectador… Y que todo lo escrito tuviera un tono oral, que no le sobraran frases o párrafos, que ya estuviera despojado de “paja”. Un texto para seguir, pero no para memorizar.
Además, había que tener en cuenta que tendría 60 minutos para narrar los mitos Teseo y el Minotauro y El hilo de Ariadna. Pronto me di cuenta de que me faltaba tiempo o me sobraba material, por lo que Dédalo e Ícaro quedará pendiente para otra ocasión.
Después de escribir, de borrar, de poner anotaciones al margen, de ordenar, de desordenar, de encontrar el tono narrativo y de crear una pequeña estrofa (con rima y con humor), el trabajo resultante fueron ocho folios.
ENCONTRAR EL PUNTO DE VISTA
Entremedias del apartado anterior, había una cuestión en concreto que me llevaba de cabeza: quién sería para mí el o la protagonista principal. Tenemos a Minos, Pasifae, Egeo, Etra, Teseo, Ariadna, el Minotauro, los bandidos del camino, Dioniso, el Oráculo y, por supuesto, al toro blanco y a los dioses Zeus y Poseidón.
Sin tener decidida esta preferencia, y mientras pensaba una y otra vez cuál sería mi elección, me daba cuenta de que, desde casi el inicio de este trabajo, quería saber más acerca de Pasifae. Busqué, pero de ella solo encontré, como quien dice, no más de dos frases y media. Datos muy concretos, eso sí, pero escasos.
Madre de Ariadna, madre del Minotauro, esposa de Minos, reina de Creta, ¿y qué más? Poco, ya os he dicho que hallé bien poco, así que el resto lo tendría que poner yo. Y no me refiero a cambiar o añadir datos por mi cuenta, no. Sería, más bien, elegir gestos, matices de voz, sonrisas cómplices, preguntas sin respuestas y silencios (benditos silencios) los que determinarían el enfoque desde el cual iba a contar la historia de Teseo, Ariadna y el Minotauro.
Luego me detuve en Etra, también madre, y quise saber más de ella, pero encontré poco. Mmm, ¿casualidad?
Así pues, tenía a tres mujeres protagonistas cada una de ellas con una condición bien distinta
· Pasifae es utilizada por Poseidón para castigar la desobediencia de su marido· Etra es obediente al mandato de su padre· Ariadna es abandonada por quien le había prometido amor
Bueno, parece que ya tenía claro el punto de vista, ¿no? Qué a gusto se queda una cuando el trabajo avanza.
ENSAYAR, ENSAYAR Y ENSAYAR
Con el texto escrito, una gran cantidad de datos en mi cabeza, la perspectiva desde la que quería contar estos mitos clara y una fecha que cada vez se acercaba más en el calendario, tocaba transformar el salón de casa.
Primero leer y releer varias veces la historia redactada, luego buscar qué movimientos de mis manos acompañarían a uno, dos o tres párrafos concretos (no más), qué postura de mi cuerpo daría énfasis a algunas frases, qué mirada hablaría más que determinadas palabras. Y las repeticiones, ¿servirían para contar lo que no se cuenta?
Sí, funcionaron.
También me grabé con el móvil mientras leía los ocho folios. ¿Para qué? Para tener una estimación de lo que duraba el espectáculo, de si estaba cerca o lejos de esos 60 minutos.
Después pasaría a visualizar las escenas, a recrear en mi cabeza cómo debieron ser las ropas masculinas y las femeninas, las casas, las calles, los caminos, las naves (que no se me olvide que llevan remos) o las bandejas donde se colocaban las viandas (sin patatas, sin tomates y ni hablar de chocolate como postre [qué vida más triste la de los mitos]).
Ensayar sentada, ensayar caminado, ensayar mientras mezclo mantequilla con harina para hornear scones, ensayar mientras nado por ver si olvido lo frío que esta el mar a principios de año (y no consigo ni lo uno ni lo otro, que en enero el agua de la playa está helada), ensayar sobria, ensayar con una copa de vino, ensayar mientras abro el armario para pensar en mi vestuario, ensayar mientras trasplanto macetas, ensayar mientras tomo té con amigas, pero ya les aviso de que solo está presente mi cuerpo porque mi cabeza está visualizando la portezuela que la vaca de madera tenía en los cuartos traseros para que Pasifae se colara dentro de ella, ensayar, ensayar y más ensayar.
A veces solo me centraba en una parte del texto, otras, me dedicaba a hacerle preguntas a uno u otro personaje y sin darme cuenta saltaba de un lado a otro. En más de una ocasión me sorprendía diciendo:
“Etra, ¿cómo fue el parto de Teseo? ¿Hacía la cama por las mañanas antes de su clase de espada?”“Ariadna, ¿qué tenía entre manos Dédalo cuando fuiste a pedirle ayuda?”“Teseo, ¿qué comiste mientras duró el viaje hacia Atenas?”
Así no había forma de ensayar todo el texto seguido desde principio hasta el final sin parar. ¡Cachis!
Menos mal que unos días antes del estreno, a modo de ensayo general, tuve una sesión de cuentos en un Instituto de Alicante y pude comprobar que el trabajo realizado estaba terminado y preparado para el gran día.
CREAR UNA ESCENOGRAFÍA CASI INEXISTENTE
Para contar una historia no se necesitan parafernalias ni grandes decorados, pero mimar la puesta en escena se agradece. Quizá solo sea una mesita colocada en un rincón, puede que una silla de determinadas características, un perchero moderno, una lámpara, unos libros amontonados, un foco de luz o vaya uno a saber qué, pero se agradece. Sobre todo, teniendo en cuenta que el espectáculo nacía para estar dentro del Festival de Teatro Clásico de Alicante.
En este punto tuve más de una conversación con mi buen amigo el actor y director de teatro Juan Miquel Reig. Después de hablar varias veces por teléfono, de cruzar mensajes por WhatsApp y de enviarle unas cuantas fotos, lo invité a comer a casa y le mostré las ideas que tenía al respecto. Un vestido (que bien podría rememorar esa época y que me había comprado para la boda de una sobrina), un perchero en forma de silueta femenina (que me regalaron hace mucho tiempo por mi cumpleaños) y una mesa alta (nueva adquisición) con una jarra y un vaso.
¿Vino o agua, qué pensáis que llevaba?
Será un secreto.
Juanmi aprobó estas ideas, aportó nuevas y que me vistiera de negro con pantalón de cuero, para crear contraste entre “lo moderno” y “lo antiguo”. Le encantó.
EL PÚBLICO
Se realizaron seis pases: tres para público juvenil (17-18 años) y tres para público familiar muy heterogéneo (desde niños de 4 años hasta jubilados llenos de júbilo).
Hasta el último momento tenía previsto algunas variaciones en el texto para no escandalizar con la historia a pequeños y progenitores (que en algunos momentos es muy bruta). Pero, después de conversar con una de las Técnico de Cultura del Ayuntamiento, decidí no hacerlo. Lo que en un principio se vislumbraba como obstáculo acabó por ser una excusa estupenda para apelar a los padres (con humor y complicidad) y que lo “apañaran” al llegar a casa.
Y sí, los padres que acudieron a estos tres pases rebosaban inteligencia, buen talante e ingenio. Así da gusto, ole y ole.
Los jóvenes que acudieron a estas sesiones, a pesar de ser un público cautivo y asistir porque era una actividad que sus profesores consideraron idónea como complemento a su formación, escucharon con asombro, divertimento y ojos atentos todo el relato. Alguno de ellos me comentó al terminar:
“Ojalá me pongan esto en el examen, sacaría un diez”
“Ha estado bien, sí, muy bien. No me lo imaginaba así”
Uno de los profesores asistentes dejó este comentario:
“La sesión fue muy amena y agradable. La narradora, Raquel López, supo muy bien cómo captar la atención del alumnado y mantenerlos pendientes del relato durante toda la hora. Los alumnos salieron muy contentos, comentando el buen rato que habían pasado y lo mucho que habían aprendido de una forma tan didáctica y entretenida”.
Y, de momento, esto es todo lo que tengo para contar, que no es poco.
A partir de ahora toca honrar a Dionisos, que, aunque solo aparece al final, es el que aporta la alegría. 🍷