En este momento estás viendo LEER, EXPLICAR, CONTAR

LEER, EXPLICAR, CONTAR

¿ES LO MISMO?

Un día cualquiera, da igual si es por la mañana, por la tarde o por la noche, pedimos que nos cuenten un cuento. Mientras abrimos los oídos para no perdernos el inicio, el primer sonido de la voz, lo que sucede es que nos ponen un libro sobre las manos para que lo leamos nosotros mismos.

También puede ser que nos lo lean en voz alta. Y, en algunas ocasiones, lo que ocurre es que, al principio, a la mitad, al final de la historia o varias veces durante el relato nos explican palabras y acciones que más nos recuerdan a una clase académica que a un cuento.

¿Es lo mismo?

Esta pregunta también sirve para el supuesto de que nosotras seamos las narradoras, los narradores, las mamás, los papás, las maestras, los maestros…

Utilizamos, en mayor o menor medida, cada una de estas acciones para nuestra vida privada y para la profesional. Todas son muy útiles, no hay ninguna duda, pero son acciones diferentes que tienen resultados diferentes cuando lo que queremos es narrar una historia.

Contar un cuento no es explicar un cuento
Contar un cuento no es leer un cuento

Leer, explicar, contar 0-Raquel López

Pasar la vista por lo escrito comprendiendo el significado de los caracteres empleados.

Hay más acepciones de esta palabra, muchas más. Aquí os comparto un par de citas que tienen que ver con el disfrute de la lectura.

“Cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas”. 

                                          Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes

“Quienes dividen la magia en blanca y negra se equivocan. Olvidan que la magia más poderosa y magnífica es la de negro sobre el banco. La escritura, y la lectura, claro, que es su complemento. De ella emergen hadas y dragones, mundos nuevos y mundos antiguos, personajes, historias, sentimientos, poemas y ecuaciones».

La magia de leer, José Antonio Marina y María de la Válgoma

Solo añadiré que leer es un acto aprendido e individual (aunque en mucha ocasiones sea compartido). La lectura de un cuento en voz alta es muy gratificante y enriquecedora, que tiene infinitas bondades, pero también algunas limitaciones cuando lo que queremos es contar un cuento.  

Declarar o exponer cualquier materia, doctrina o texto difícil con palabras muy claras para hacerlos más entendibles.

Cada vez que escuchamos esta palabra, en la mayoría de las ocasiones, nos imaginamos en clase atendiendo al profesor o en casa recibiendo instrucciones domésticas o en el entrenamiento deportivo siguiendo tácticas o en el campamento de verano aprendiendo nuevos juegos con nuevas reglas o descifrando el libro de instrucciones para montar un mueble moderno. No entro en el mundo matemático ni científico, me perdería.

Explicar es algo necesario y útil para la vida diaria. Se puede hacer con mayor o menor acierto, pero cuando se utiliza en medio de una narración maravillosa se rompe su ritmo. Un ritmo que, a veces, cuesta mucho lograr.

Referir un suceso verdadero o fabuloso.

En la web de AEDA (la asociación de profesionales de la narración oral en España) la definición está ampliada:
“Contar de viva voz, usando exclusiva o primordialmente la palabra, en contacto directo y recíproco con el auditorio en un contexto familiar o artístico».

Contar es un acto compartido y siempre es un regalo. No necesita de aprendizajes previos aunque sí requiere de cierta habilidad que se puede adquirir en casa por imitación de otros narradores familiares, en nuestra comunidad al escuchar a vecinos y amigos, en cursos especializados, leyendo libros dedicados a este arte…

Así que, insisto: leer, explicar, contar son acciones diferentes que tienen resultados diferentes.

Tomemos el inicio del relato “Dos en un burro”, un cuento tradicional que podéis encontrar tanto en el libro El Conde de Lucanor como en otras versiones llegadas de Oriente y protagonizadas por el mulá Nasrudin.

Vamos a ver cómo quedaría el cuento de estas tres formas a modo de ejemplo.

Leer:
      Un abuelo y su nieto tuvieron que ir de viaje a una aldea cercana para vender la cosecha en el mercado. Se levantaron muy temprano, casi no había amanecido el día, y empezaron a preparar todo lo necesario.
      El muchacho fue al establo, sacó al burro y lo ató a la argolla que había junto a la puerta de la casa. Mientras tanto el abuelo se encargó de preparar las alforjas, la manta y la mercancía.
     Cuando llegaron a un cruce de caminos se encontraron con unos peregrinos que, al verlos, murmuraron:
     ―¡Qué vergüenza! El joven tan cómodo en el burro y el pobre viejo haciendo el camino a pie.

Si prestas atención puedes observar que, a no ser que seas un excelente lector y conozcas muy bien la historia, el ritmo, los matices de la voz, las trasmisión de emociones…, corren el “peligro” de quedar en un segundo plano.
Eso sí, no te vas a olvidar de nada.

Ahora os pongo el mismo texto y entre paréntesis la explicación a ciertos pasajes. Es un ejemplo de lo que sucede cuando queremos contar un cuento y dentro de nuestra historia explicamos algún concepto:

Explicar:

      En un lugar muy lejano vivían un abuelo y su nieto. Una mañana se levantaron muy temprano para ir al mercado del pueblo vecino a vender la cosecha en el mercado. Casi no había amanecido el día cuando empezaron a preparar todo lo necesario.
      El muchacho fue al establo, sacó al burro y lo ató a la argolla que había junto a la puerta de la casa (la argolla es un aro de hierro que antiguamente, bueno, ahora también, se utiliza para atar los caballos y los burros y que no se escapasen). Pues mientras el nieto ataba la cuerda del animal en la argolla el abuelo se encargó de preparar las alforjas (que son unos canastos, dos, hechos con esparto para llevar alimentos, utensilios, ropa… y que el peso esté repartido), también preparó una manta para poner debajo de las alforjas (si no lo haces así el burro se haría daño) y la mercancía.
      Unos minutos más tarde, después de comer unas sopas de leche con pan como desayuno, se dispusieron a emprender el viaje. El nieto subido en el burro y el abuelo caminando a su lado con la cuerda en la mano.
      Cuando llegaron a un cruce de caminos se encontraron con unos peregrinos (son personas que por devoción o porque han hecho un voto van a visitar un santuario que normalmente está en tierra extraña y lejana), bueno, pues los peregrinos al verlos murmuraron:
      ―¡Qué vergüenza! El joven tan cómodo en el burro y el pobre viejo haciendo el camino a pie.

Aquí pasan varias cosas:

  • La historia se interrumpe varias veces con el “peligro” de que quien nos escucha se pierda.
  • Estamos tratando a nuestro oyente como “tonto”, como si no fuese capaz de entender esas palabras por el contexto. Nuestro hijo, nuestro alumnado, las amistades, el público en general, independientemente de su edad, no necesita tenerlo todo mascado y fácil.
    Comparado con la alimentación, sería como seguir dando papillas al que ya le han salido las muelas con el pensamiento de “ya te lo hago sencillo yo”.
  • Si quieres dar más detalles, describir esa palabra nueva que estás utilizando por primera vez, yo te sugiero que las incorpores a la historia, cuenta qué es, en vez de explicar qué es.

Y ahora vamos a conjugar el verbo “yo cuento, tú cuentas, él cuenta…”, para llegar al “yo escucho, tú escuchas, ella escucha…”, que es lo que nos interesa en este artículo.

Con todo lo visto en los párrafos anteriores la historia podría quedar así:

Contar:

      Dicen y cuentan, y puede que sea verdad, que un campesino se levantó una mañana muy temprano para ir al mercado del pueblo vecino. Quería vender la cosecha, y como su nieto ya era todo un muchacho, lo despertó para que lo acompañara.
      Después de comer unas sopas de pan duro el chico fue al establo, sacó al burro y lo ató a la argolla que había junto a la puerta de la casa tal y como siempre había visto hacer desde pequeño. Mientras tanto el abuelo se encargó de preparar las alforjas, en uno de los canastos puso la fruta, en el otro, la verdura. También preparó una manta para poner debajo de las alforjas y que el burro no se hiciera daño.
      Unos minutos más tarde, con la carga bien equilibrada en aquellos cestos de esparto, se dispusieron a emprender el viaje. El nieto iba subido en el burro y el abuelo caminaba cerca con la cuerda en la mano.
      A las afueras del pueblo llegaron a un cruce de caminos donde se encontraron con unos peregrinos que por devoción habían dejado su casa para visitar un santuario cercano. Bueno, pues los peregrinos al verlos murmuraron:
      ―¡Qué vergüenza! El joven tan cómodo en el burro y el pobre viejo haciendo el camino a pie.

Es cuestión de práctica, como cualquier otro hábito. Poco a poco se adquieren destrezas orales a la vez que se enriquece nuestro vocabulario y, por consiguiente, el de nuestro auditorio. Personalmente, este tipo de ejercicios me gustan tanto como ir a la caza de los gerundios de posterioridad.

Lo importante es que contemos y escuchemos cuentos, da igual si es alrededor de la mesa de la cocina, durante una excursión, en el aula de historia o en un anfiteatro. Contemos buenas historias.

Puedes utilizar estos ejemplos si los necesitas.

El cartel también.

Recovecos de Cuentos

Y si, además de leer quieres escucharme en mi canal de YouTube, también puedes hacerlo.

Raquel López Cascales

Nací en un pequeño pueblo donde aprendí a escuchar los cuentos de mi madre y los chascarrillos de mi abuelo. Con el paso del tiempo diferentes caminos se abrieron delante de mí. Unos los recorrí con calma, otros de puntillas, a otros sólo me asomé, pero cuando entré en el sendero de los cuentos ya no busco el final, pues este viaje está lleno de sorpresas, personajes, mundos nuevos y viejos, piratas, dragones y aventuras. Cuento para niños, para jóvenes y para adultos. También enseño a contar y si me llaman para dar alguna charla cuento todo lo que se. Apuesto por la palabra, la voz y el gesto. Cuento allí donde haya alguien que quiera escuchar, disfrutar y soñar. Me gustan los cuentos de ahora y los de siempre, los largos y los cortos, los de risa y de sonrisa y los cuentos que al final te dejan sin palabras. Desde hace unos años solo me dedico a contar, pero a mí me gustaría ser como mi madre que es capaz de contar y hacer otra cosa a la vez.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Ofelia

    Raquel, tú ya cuentas y cocinas y seguro que, con el tiempo irás aprendiendo de tu madre a hacer más cosas. Contar lo haces maravillosamente.

Deja una respuesta